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  • Sólo del fruto del árbol que está en medio del jardín nos ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, bajo pena de muerte". (Génesis 3, 3)

  • Isaac introdujo a Rebeca en la tienda de Sara, la tomó y fue su mujer. La amó, y se consoló de la muerte de su madre. (Génesis 24, 67)

  • Después de la muerte de Abrahán, Dios bendijo a Isaac, su hijo, que se quedó a vivir junto al pozo de Lajay-Roí. (Génesis 25, 11)

  • Entonces Abimelec dio esta orden al pueblo: "El que toque a este hombre o a su mujer será castigado con la muerte". (Génesis 26, 11)

  • Abrió de nuevo los pozos que habían sido abiertos en tiempos de su padre Abrahán y que los filisteos, después de la muerte de Abrahán, habían cegado, y les dio los mismos nombres con que los había llamado su padre. (Génesis 26, 18)

  • Murió Samlá, y le sucedió Saúl, natural de Rejobot del Río. (Génesis 36, 37)

  • Murió Saúl y le sucedió Baal Janán, hijo de Acbor. (Génesis 36, 38)

  • Al verlo venir desde lejos, antes de que llegara hasta ellos, conspiraron contra él para darle muerte. (Génesis 37, 18)

  • Hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Ohad, Yaquín, Sójar y Saúl, hijo de la cananea. (Génesis 46, 10)

  • Cuando se acercaba ya para Jacob el día de su muerte, mandó llamar a su hijo José y le dijo: "Si he hallado gracia a tus ojos, pon tu mano debajo de mi muslo en señal de juramento, y prométeme que serás bueno y fiel conmigo; no me entierres en Egipto. (Génesis 47, 29)

  • Por el camino, donde Moisés pasaba la noche, el Señor se le presentó para darle muerte. (Exodo 4, 24)

  • Hijos de Simeón: Yemuel, Yamín, Ohad, Yaquín, Sójar y Saúl, hijos de la cananea. Tales son las familias de Simeón. (Exodo 6, 15)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina