Talált 95 Eredmények: riquezas

  • No confíes en tus riquezas; no digas: "Me basto a mí mismo". (Eclesiástico 5, 1)

  • No confíes en riquezas mal adquiridas, porque de nada te aprovecharán en el día de la ira. (Eclesiástico 5, 8)

  • Cuando dice: "Hallé descanso, ahora comeré de mis bienes", no sabe cuánto va a durar esto, pues tiene que dejar a otros sus riquezas y morir. (Eclesiástico 11, 19)

  • El rico se afana en acumular riquezas, y si descansa es para entregarse al placer. (Eclesiástico 31, 3)

  • Ni a tu hijo, ni a tu mujer, ni a tu hermano, ni a tu amigo des poder sobre ti en tu vida; ni des a otros tus riquezas, no sea que arrepentido tengas que mendigar de ellos. (Eclesiástico 33, 20)

  • No olvides a tu amigo fiel en tu corazón, ni pierdas su memoria en medio de tus riquezas. (Eclesiástico 37, 6)

  • Las riquezas de los malvados se secarán como un torrente, como un gran trueno se pierde entre el ruido de la lluvia. (Eclesiástico 40, 13)

  • Riquezas y fuerza levantan el corazón; pero más que ambos, el temor del Señor; porque con el temor del Señor nada falta, y con él no hay por qué buscar auxilio. (Eclesiástico 40, 26)

  • ¿Qué vais a hacer el día de la invasión y de la catástrofe que se acerca de lejos? ¿A quién acudiréis para lograr socorro? ¿Dónde dejaréis vuestras riquezas? (Isaías 10, 3)

  • Mi mano ha cogido, como un nido, las riquezas de los pueblos; como se toman huevos abandonados, he atrapado toda la tierra sin que moviera nadie las alas, abriera el pico y piara. (Isaías 10, 14)

  • Oráculo sobre las bestias del Negueb: A través de una tierra de tribulación y de angustia, guarida del león y la leona, de la víbora y de la serpiente voladora, llevan a lomos de asnos sus riquezas; en la giba de sus camellos sus tesoros, a un pueblo que de nada les servirá. (Isaías 30, 6)

  • Tu permanencia es sólida. Riquezas salvadoras son sabiduría y ciencia; el temor del Señor será tu tesoro. (Isaías 33, 6)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina