Talált 257 Eredmények: nación santa
y mi nación es Israel, los que clamaron a Dios y fueron salvados. El Señor ha liberado a su pueblo, el Señor nos ha librado de todos esos males, y Dios hizo esos grandes signos y prodigios, como nunca sucedió entre las naciones. (Ester 10, 9)
Al oír el rugido, cada nación se preparó para el combate, a fin de hacer la guerra a la nación de los justos. (Ester 11, 7)
Toda la nación de los justos se estremeció: aterrorizados por su desgracia, ellos se dispusieron a perecer y clamaron a Dios. (Ester 11, 9)
nos ha advertido que entre todas las tribus expandidas por la tierra se ha mezclado un pueblo hostil, opuesto por sus leyes a toda otra nación, que desdeña constantemente las órdenes reales, hasta el punto de ser un obstáculo para la cohesión del reino que nosotros dirigimos de manera irreprochable. (Ester 13, 4)
Por eso, considerando que esta nación tan singular se encuentra en conflicto constante con todos los hombres; que lleva una vida aparte, en conformidad con sus leyes extrañas; y que su hostilidad contra nuestros intereses le hace cometer los peores crímenes, comprometiendo así la estabilidad del reino: (Ester 13, 5)
se benefició con los sentimientos de humanidad que manifestamos hacia cualquier nación, hasta el punto de ser llamado nuestro "padre" y de ver que todo el mundo se postraba ante él, porque había obtenido el segundo lugar en el reino. (Ester 16, 11)
Con toda clase de argucias, reclamó la pena de muerte para Mardoqueo, nuestro salvador y constante bienhechor, para Ester, nuestra irreprochable consorte real, y para su nación entera. (Ester 16, 13)
"Yo mismo establecí a mi Rey en Sión, mi santa Montaña". (Salmos 2, 6)
Invoco al Señor en alta voz y él me responde desde su santa Montaña. (Salmos 3, 5)
Salmo de David. Señor, ¿quién se hospedará en tu Carpa?, ¿quién habitará en tu santa Montaña? (Salmos 15, 1)
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se eligió como herencia! (Salmos 33, 12)
Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas. (Salmos 43, 3)