Talált 229 Eredmények: Abrahán y Sara

  • Se acercó entonces Abrahán y le dijo: «¿Es cierto que vas a exterminar al justo junto con el malvado? (Génesis 18, 23)

  • Abrahán volvió a hablar: «Sé que a lo mejor es un atrevimiento hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza, (Génesis 18, 27)

  • Abrahán insistió: «Pero a lo mejor se encuentran allí sólo cuarenta justos.» Yavé contestó: «En atención a esos cuarenta, no lo haré.» (Génesis 18, 29)

  • Abrahán continuó todavía: «No se enoje mi Señor si sigo hablando, pero tal vez no se encuentren más que treinta justos.» Yavé contestó: «No lo haré si encuentro allí treinta justos.» (Génesis 18, 30)

  • Abrahán insistió: «Sé que es una osadía por mi parte hablar así a mi Señor; pero, ¿y si se encuentran allí solamente veinte justos?» Yavé contestó: «No destruiré el lugar, en atención a esos veinte.» (Génesis 18, 31)

  • Abrahán dijo: «Vaya, no se enoje mi Señor, y hablaré por última vez. Puede ser que se encuentren allí sólo diez.» Yavé dijo: «En atención a esos diez, no destruiré la ciudad.» (Génesis 18, 32)

  • Cuando Yavé terminó de hablar con Abrahán se fue, mientras Abrahán volvió a su casa. (Génesis 18, 33)

  • Abrahán se levantó muy de madrugada y fue al lugar donde antes había estado con Yavé. (Génesis 19, 27)

  • Cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe, mientras arrasaba las ciudades donde Lot había vivido. (Génesis 19, 29)

  • Abrahán se trasladó de allí al territorio del Negueb y se instaló entre Cadés y Sur; después fue a vivir un tiempo a Guerar. (Génesis 20, 1)

  • Abrahán decía de su esposa Sara: «Es mi hermana.» Oyendo esto, el rey de Guerar, llamado Abimelec, mandó a buscarla para él. (Génesis 20, 2)

  • Llamó entonces Abimelec a Abrahán y le dijo: «¡En qué lío nos metiste! ¿En qué te he ofendido, para que traigas sobre mí y mi país un pecado tan grande? Te has portado como no debe hacerse.» (Génesis 20, 9)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina