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¿Hasta cuándo estará de luto el país? ¿Permanecerá seco el pasto de los campos? Aves y bestias ya han perecido por causa de la maldad de los hombres, pues ellos dicen: «Dios no ve nuestra conducta.» (Jeremías 12, 4)
En cuanto a la gente a quien profetizaban, quedará tirada por las calles de Jerusalén, víctima del hambre y de la espada; pues no habrá nadie para enterrarla, ni a sus mujeres, ni a sus hijos e hijas. Haré recaer sobre ella misma su maldad. (Jeremías 14, 16)
Reconocemos, Yavé, nuestra maldad, la deuda de nuestros padres y que hemos pecado contra ti. (Jeremías 14, 20)
Mas ellos cambian su proceder, dejando la maldad que yo denunciaba. Entonces, yo también cambio mis proyectos y ya no les quiero causar ningún mal. (Jeremías 18, 8)
Hasta el profeta y el sacerdote se han vuelto impíos, y en mi propia Casa me he topado con su maldad, dice Yavé. (Jeremías 23, 11)
Luego vi cosas horrorosas en los profetas de Jerusalén: adulterio, apego a la mentira. Apoyan a los perversos de tal manera, que nadie se arrepiente de su maldad. Para mí son todos ellos como Sodoma, y los habitantes son como los de Gomorra. (Jeremías 23, 14)
Yavé, Dios de Israel, dice que esto no conducirá a otra cosa que a llenar la ciudad de cadáveres; allí estarán aquellos a quienes haya yo derribado con rabia y furor, y cuya maldad fue causa de que yo no quisiera mirar más a esta ciudad. (Jeremías 33, 5)
Pero no han querido escuchar ni hacer caso para abandonar su maldad o dejar de incensar a dioses extranjeros. (Jeremías 44, 5)
¡Que toda su maldad llegue ante ti, y trátalos como me trataste a mí por todas mis rebeldías!, porque mis gemidos son muchos y languidece mi corazón. (Lamentaciones 1, 22)
Haz que se obcequen en su maldad, que ésta sea su maldición. (Lamentaciones 3, 65)
Y de esta casa que lleva tu Nombre tú hiciste lo que hoy vemos, a causa de la maldad de la gente de Israel y de la gente de Judá. (Baruc 2, 26)
En cambio, si se lo adviertes al malvado y él no quiera renunciar a su maldad y a su mala conducta, morirá debido a su falta, pero tú habrás salvado tu vida. (Ezequiel 3, 19)