1. Aquel día castigará Yahveh con su espada dura, grande, fuerte, a Leviatán, serpiente huidiza, a Leviatán, serpiente tortuosa, y matará al dragón que hay en el mar.

2. Aquel día se dirá: Viña deliciosa, cantadla.

3. Yo, Yahveh, soy su guardián. A su tiempo la regaré. Para que no se la castigue, de noche y de día la guardaré.

4. - Ya no tengo muralla. ¿Quién me ha convertido en espinos y abrojos? - Yo les haré guerra y los pisotearé, los quemaré todos a una,

5. o que se acojan a mi amparo, que hagan la paz conmigo, que conmigo hagan la paz.

6. En los días que vienen arraigará Jacob, echará Israel flores y frutos, y se llenará la haz de la tierra de sus productos.

7. ¿Acaso le ha herido como hirió a quien le hería? ¿ha sido muerto él como fueron muertos sus matadores?

8. Te querellaste con ella y la echaste, la despediste; la echó con su aliento áspero como viento de Oriente.

9. En verdad, con esto sería expiada la culpa de Jacob, y éste sería todo el fruto capaz de apartar su pecado; dejar todas las piedras que le sirven de ara de altar como piedras de cal desmenuzadas. Cipos y estelas del sol no se erigirán,

10. pues la ciudad fortificada ha quedado solitaria, mansión dejada y abandonada como un desierto donde el novillo pace, se tumba y ramonea.

11. Cuando se seca su ramaje es quebrado en astillas: vienen mujeres y le prenden fuego. Por no ser éste un pueblo inteligente, por eso no le tiene piedad su Hacedor, su Plasmador no le otorga gracia.

12. Aquel día vareará Yahveh desde la corriente del Río hasta el torrente de Egipto, y vosotros seréis reunidos de uno en uno, hijos de Israel.

13. Aquel día se tocará un cuerno grande, y vendrán los perdidos por tierra de Asur y los dispersos por tierra de Egipto, y adorarán a Yahveh en el monte santo de Jerusalén.





“Que Maria sempre enfeite sua alma com as flores e o perfume de novas virtudes e coloque a mão materna sobre sua cabeça. Fique sempre e cada vez mais perto de nossa Mãe celeste, pois ela é o mar que deve ser atravessado para se atingir as praias do esplendor eterno no reino do amanhecer.” São Padre Pio de Pietrelcina