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Sólo que, al llegar a nuestra tierra Nabucodonosor, rey de Babilonia, dijimos: Vámonos a Jerusalén, para escapar del ejército de los caldeos y de los sirios, y nos hemos establecido en Jerusalén". (Jeremías 35, 11)
Por entonces también salió de Egipto el ejército del Faraón, y, al enterarse de ello los caldeos, que tenían puesto el cerco a Jerusalén, se retiraron de la ciudad. (Jeremías 37, 5)
y los caldeos volverán a atacar esta ciudad, la tomarán y la prenderán fuego. (Jeremías 37, 8)
Esto dice el Señor: No os engañéis pensando que se van a ir del todo los caldeos, que se van a alejar de vosotros, porque no se irán. (Jeremías 37, 9)
Aunque derrotarais al ejército entero de los caldeos que combaten contra vosotros y no quedasen entre ellos más que unos pocos malheridos, saldrían éstos uno a uno de su tienda y prenderían fuego a esta ciudad". (Jeremías 37, 10)
Cuando el ejército de los caldeos se retiró de Jerusalén debido a la inminencia del ejército del Faraón, (Jeremías 37, 11)
Pero al llegar a la puerta de Benjamín, el guardia que estaba de turno, llamado Yirayas, hijo de Selemías, hijo de Ananías, arrestó al profeta Jeremías exclamando: "¡Tú te pasas a los caldeos!". (Jeremías 37, 13)
Jeremías respondió: "¡No es verdad, yo no me paso a los caldeos!". Pero Yirayas, no haciéndole caso, prendió a Jeremías y lo llevó a los dignatarios. (Jeremías 37, 14)
"Esto dice el Señor: El que se quede en la ciudad morirá a espada, de hambre y de peste; pero el que se entregue a los caldeos vivirá. Su propia vida será su botín; sí, vivirá. (Jeremías 38, 2)
Pero si no sales a entregarte a los generales del rey de Babilonia, la ciudad caerá en manos de los caldeos, que la incendiarán, y tú no escaparás de sus manos". (Jeremías 38, 18)
El rey Sedecías dijo a Jeremías: "Tengo miedo a los judíos que se han pasado a los caldeos; si caigo en sus manos me maltratarán". (Jeremías 38, 19)
Sí, todas tus mujeres y tus hijos serán sacados a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que caerás preso en manos del rey de Babilonia y esta ciudad será destruida por las llamas". (Jeremías 38, 23)