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  • También deberán considerar inmundas -y por lo tanto, no las podrán comer- a las siguientes aves: el águila, el quebrantahuesos, el águila marina, (Levítico 11, 13)

  • Pero podrán comer, entre los animales de esta clase, todos aquellos que tienen más largas las patas de atrás, y por eso pueden saltar sobre el suelo, (Levítico 11, 21)

  • Si muere un animal que ustedes pueden comer, el que toque el cadáver será impuro hasta la tarde. (Levítico 11, 39)

  • Así se establecerá una distinción entre lo puro y lo impuro, y entre los seres vivientes que está permitido comer y los que no pueden ser comidos. (Levítico 11, 47)

  • Y si cualquier israelita o cualquiera de los extranjeros que residen en medio de ustedes, caza un animal o un pájaro de esos que está permitido comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra. (Levítico 17, 13)

  • Cuando entren en la tierra y planten árboles frutales de todas clases, deberán considerar sus frutos como algo prohibido: durante tres años los dejarán incircuncisos, y no se los podrá comer. (Levítico 19, 23)

  • Y sólo en el quinto año, podrán comer los frutos y almacenar el producto para provecho de ustedes mismos. Yo soy el Señor, su Dios. (Levítico 19, 25)

  • Podrá comer, en cambio, el alimento de su Dios, tanto las cosas santísimas como las santas. (Levítico 21, 22)

  • Ningún descendiente de Aarón que sea leproso o padezca de blenorrea, podrá comer de los dones sagrados hasta que quede purificado. Si alguien toca lo que se ha vuelto impuro a causa de un cadáver, o si tiene una eyaculación, (Levítico 22, 4)

  • Al ponerse el sol quedará puro, y entonces podrá comer de las cosas sagradas, porque son su alimento. (Levítico 22, 7)

  • Ningún extraño podrá comer de las cosas sagradas, ni tampoco lo harán el huésped o el jornalero de un sacerdote. (Levítico 22, 10)

  • Pero si un sacerdote adquiere con su dinero un esclavo, este podrá comer de las cosas sagradas; y también los esclavos nacidos en su casa podrán comer de su pan. (Levítico 22, 11)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina