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Esto dice Yavé, el redentor y el Santo de Israel, al esclavo de los tiranos, al que es despreciado de todos y al que las naciones aborrecen: «Los reyes, al ver lo que suceda, se levantarán, y los príncipes se inclinarán; porque el Santo de Israel, que te eligió, Yavé, ha cumplido su palabra.» (Isaías 49, 7)
Y ahora, ¿qué hago yo aquí?, se pregunta Yavé, mientras mi pueblo ha sido hecho esclavo gratuitamente, sus opresores lanzan gritos de triunfo, y continuamente, a lo largo del día, mi nombre es despreciado. Pues bien, mi pueblo conocerá mi Nombre, y sabrá entonces quién dijo: «¡Aquí estoy!» (Isaías 52, 5)
¿Acaso yo te había hecho esclavo, o te había sometido a algún dueño? ¿Por qué, pues, ahora saquean a Israel? (Jeremías 2, 14)
Te haré esclavo de tus enemigos en un país que no conoces, porque mi cólera ha pasado a ser un fuego que los va a quemar. (Jeremías 15, 14)
Tendrás que desprenderte de la propiedad que te había regalado, y te haré esclavo de tus enemigos en una tierra desconocida, porque has encendido el fuego de mi ira, que quemará eternamente. (Jeremías 17, 4)
Pero ustedes se arrepintieron después y profanaron mi Nombre, pues cada uno fue a buscar a su esclavo o a su sirvienta para hacerlos esclavos de nuevo.» (Jeremías 34, 16)
Como el hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo. (Evangelio según San Mateo 18, 25)
y si alguno de ustedes quiere ser el primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos; (Evangelio según San Mateo 20, 27)
y el que quiera ser el primero, se hará esclavo de todos. (Evangelio según San Marcos 10, 44)
Jesús les contestó: «En verdad, en verdad les digo: el que vive en el pecado es esclavo del pecado. (Evangelio según San Juan 8, 34)
Pero el esclavo no se quedará en la casa para siempre; el hijo, en cambio, permanece para siempre. (Evangelio según San Juan 8, 35)
pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros. (Carta a los Romanos 7, 23)