Löydetty 59 Tulokset: Jehú

  • Así se cumplió la palabra que el Señor había dado a Jehú: "Tus hijos se sentarán en el trono hasta la cuarta generación". Y así sucedió. (II Reyes 15, 12)

  • Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías, (I Crónicas 2, 38)

  • Joel; Jehú, hijo de Yosibías, hijo de Asiel; (I Crónicas 4, 35)

  • Ajiezer, el jefe; Joás, hijo de Semaá, de Guibeá; Yeziel y Pélet, hijo de Azmávet; Beracá y Jehú, de Anatot; (I Crónicas 12, 3)

  • El profeta Jehú, hijo de Jananí, le salió al encuentro y le dijo: "¿Ayudas al malvado y amas a los enemigos del Señor para atraer así su ira contra ti? (II Crónicas 19, 2)

  • El resto de la historia de Josafat, desde el principio hasta el fin, se encuentra en las crónicas de Jehú, hijo de Jananí, que fueron insertadas en el libro de los reyes de Israel. (II Crónicas 20, 34)

  • Dios tenía prevista esta visita a Jorán para ruina de Ocozías; pues, a su llegada, salió con Jorán al encuentro de Jehú, hijo de Nimsí, a quien el Señor había ungido para exterminar a la casa de Ajab. (II Crónicas 22, 7)

  • Mientras Jehú hacía justicia con la casa de Ajab, se encontró con los jefes de Judá y los sobrinos de Ocozías, que le prestaban servicio, y los mató. (II Crónicas 22, 8)

  • Mandó buscar a Ocozías, que fue alcanzado cuando iba a esconderse a Samaría. Se lo llevaron a Jehú, que lo mandó matar. Le dieron sepultura, pues se dijeron: "Es hijo de Josafat, que buscó al Señor con todo su corazón". En la casa de Ocozías no quedó nadie que fuera capaz de reinar. (II Crónicas 22, 9)

  • Amasías, rey de Judá, después de aconsejarse, mandó a decir a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel: "Ven, que nos veamos las caras". (II Crónicas 25, 17)

  • El Señor le dijo: "Ponle el nombre de Yezrael, porque dentro de poco haré pagar a la casa de Jehú la sangre derramada en Yezrael y pondré fin al reino de la casa de Israel. (Oseas 1, 4)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina