Löydetty 899 Tulokset: Jerusalén
Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abí, hija de Zacarías. (II Reyes 18, 2)
Desde Laquis, el rey de Asiria envió a Jerusalén, donde estaba Ezequías, al general en jefe, al jefe de los eunucos y al copero mayor, acompañados de una fuerte escolta. Ellos subieron y, al llegar a Jerusalén, se apostaron junto al canal de la piscina superior, sobre la senda del campo del Tintorero. (II Reyes 18, 17)
Seguramente, tú me dirás: ‘Nosotros confiamos en el Señor, nuestro Dios’. Pero ¿no fue acaso Ezequías el que suprimió todos los lugares altos y los altares dedicados a él, diciendo a la gente de Judá y de Jerusalén: ‘Sólo delante de este altar, en Jerusalén, ustedes deberán postrarse’? (II Reyes 18, 22)
Entre todos los dioses de esos países, ¿hubo alguno que librara de mi mano a su propio país, para que el Señor libre de mi mano a Jerusalén?". (II Reyes 18, 35)
"Hablen así a Ezequías, rey de Judá: Que no te engañe tu Dios, en quien confías, haciéndote pensar que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. (II Reyes 19, 10)
Esta es la palabra que el Señor ha pronunciado contra él: Te desprecia, se burla de ti, la virgen hija de Sión; a tus espaldas mueve la cabeza la hija de Jerusalén. (II Reyes 19, 21)
Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sión, algunos sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto. (II Reyes 19, 31)
Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Jefsibá. (II Reyes 21, 1)
Edificó altares en la Casa del Señor, de la que el Señor había dicho: "En Jerusalén pondré mi Nombre". (II Reyes 21, 4)
La estatua de Aserá que había hecho, la instaló en la Casa de la que el Señor había dicho a David y a su hijo Salomón: "En esta Casa y en Jerusalén, que yo elegí entre todas las tribus de Israel, pondré mi Nombre para siempre. (II Reyes 21, 7)
por eso, así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo haré venir sobre Jerusalén y Judá una desgracia tal, que le zumbarán los dos oídos al que oiga hablar de ella. (II Reyes 21, 12)
Tenderé sobre Jerusalén la cuerda de Samaría y el nivel de la casa de Ajab, y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, y una vez limpio, se lo vuelve boca abajo. (II Reyes 21, 13)