Löydetty 1216 Tulokset: Alegría de David

  • Los que habían oído las palabras que dijo David se las comunicaron a Saúl, y este lo mandó llamar. (I Samuel 17, 31)

  • David dijo a Saúl: "No hay que desanimarse a causa de ese; tu servidor irá a luchar contra el filisteo". (I Samuel 17, 32)

  • Pero Saúl respondió a David: "Tú no puedes batirte con ese filisteo, porque no eres más que un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud". (I Samuel 17, 33)

  • David dijo a Saúl: "Tu servidor apacienta el rebaño de su padre, y siempre que viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, (I Samuel 17, 34)

  • Y David añadió: "El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo". Entonces Saúl dijo a David: "Ve, y que el Señor esté contigo". (I Samuel 17, 37)

  • Saúl vistió a David con su propia indumentaria, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza. (I Samuel 17, 38)

  • Después, David se ciñó la espada de Saúl por encima de su indumentaria, e hizo un esfuerzo para poder caminar, porque no estaba entrenado. Entonces David dijo a Saúl: "No puedo caminar con todas estas cosas porque no estoy entrenado". Y David se las quitó. (I Samuel 17, 39)

  • El filisteo se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero. (I Samuel 17, 41)

  • Y al fijar sus ojos en David, el filisteo lo despreció, porque vio que era apenas un muchacho, de tez clara y de buena presencia. (I Samuel 17, 42)

  • Entonces dijo a David: "¿Soy yo un perro para que vengas a mí armado de palos?". Y maldijo a David invocando a sus dioses. (I Samuel 17, 43)

  • David replicó al filisteo: "Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. (I Samuel 17, 45)

  • Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, este enfiló velozmente en dirección al filisteo. (I Samuel 17, 48)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina