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Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido. (Marcos 7, 30)
Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: (Lucas 4, 33)
Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él.» Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. (Lucas 4, 35)
«Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: "Demonio tiene." (Lucas 7, 33)
Es que él había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre; pues en muchas ocasiones se apoderaba de él; le sujetaban con cadenas y grillos para custodiarle, pero rompiendo las ligaduras era empujado por el demonio al desierto. (Lucas 8, 29)
Cuando se acercaba, el demonio le arrojó por tierra y le agitó violentamente; pero Jesús increpó al espíritu inmundo, curó al niño y lo devolvió a su padre; (Lucas 9, 42)
Estaba expulsando un demonio que era mudo; sucedió que, cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. (Lucas 11, 14)
Respondió la gente: «Tienes un demonio. ¿Quién quiere matarte?» (Juan 7, 20)
Los judíos le respondieron: «¿No decimos, con razón, que eres samaritano y que tienes un demonio?» (Juan 8, 48)
Respondió Jesús: «Yo no tengo un demonio; sino que honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis a mí. (Juan 8, 49)
Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: "Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás." (Juan 8, 52)
Muchos de ellos decían: «Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le escucháis?» (Juan 10, 20)