Fundar 93 Resultados para: caballo blanco

  • Vendrás de tu lugar, del extremo norte, tú y pueblos numerosos contigo, todos montados a caballo, enorme asamblea, ejército innumerable. (Ezequiel 38, 15)

  • Asiria no nos salvará, no montaremos ya a caballo, y no diremos más "Dios nuestro" a la obra de nuestros manos, oh tú, en quien halla compasión el huérfano.» (Oseas 14, 4)

  • El que maneja el arco no resistirá, no se salvará el de pies ligeros, el que monta a caballo no salvará su vida, (Amós 2, 15)

  • He tenido una visión esta noche. Era un hombre que montaba un caballo rojo; estaba de pie entre los mirtos que hay en la hondonada; detrás de él, caballos rojos, alazanes y blancos. (Zacarías 1, 8)

  • Contra los pastores arde mi cólera y a los machos cabríos visitaré. Cuando Yahveh Sebaot visite a su rebaño, la Casa de Judá, hará de ellos como su caballo de honor en el combate. (Zacarías 10, 3)

  • Aquel día - oráculo de Yahveh - heriré de aturdimiento a todo caballo, y a su caballero, de locura. Y a todos los pueblos heriré de ceguera. (Mas sobre la casa de Judá abriré mis ojos.) (Zacarías 12, 4)

  • Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. (Mateo 5, 36)

  • Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. (Mateo 28, 3)

  • y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. (Juan 20, 12)

  • Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco (Hechos 1, 10)

  • Tienes no obstante en Sardes unos pocos que no han manchado sus vestidos. Ellos andarán conmigo vestidos de blanco; porque lo merecen. (Apocalipsis 3, 4)

  • Miré y había un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor, y para seguir venciendo. (Apocalipsis 6, 2)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina