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  • Siéntate en silencio, colócate en la sombra, hija de los caldeos. Ya nunca más te llamarán soberana de los reinos. (Isaías 47, 5)

  • ¿Y puedes tú, Yavé, no conmoverte al ver estas cosas? ¿Durará tu silencio y será mayor nuestra humillación? (Isaías 64, 11)

  • Si ustedes no hacen caso a este aviso, lloraré en silencio por ese su orgullo, y mis ojos verterán lágrimas cuando el rebaño de Yavé sea llevado cautivo. (Jeremías 13, 17)

  • Los ancianos de la Hija de Sión, en silencio, están sentados en tierra; se echaron ceniza en la cabeza, se vistieron de saco. Las jóvenes de Jerusalén inclinan hasta el suelo la cabeza. (Lamentaciones 2, 10)

  • Bueno es esperar en silencio la salvación de Yavé. (Lamentaciones 3, 26)

  • Suspira en silencio y no guardes luto como se hace por los muertos; quédate con tu turbante en la cabeza y con tus sandalias en los pies, no tapes tu barba ni comas el pan que te traigan tus vecinos." (Ezequiel 24, 17)

  • Cuando me dijo esas palabras, agaché mi cabeza y quedé en silencio; (Daniel 10, 15)

  • Tus ojos son puros y no soportas el mal y ni puedes ver la opresión. ¿Por qué, entonces, miras a los traidores y observas en silencio cómo el malvado se traga a otro más bueno que él? (Habacuc 1, 13)

  • ¡Reine el silencio delante del Señor Yavé, pues se acerca su día! Yavé ha preparado un sacrificio y ya ha consagrado a sus invitados. (Sofonías 1, 7)

  • Pero él guardaba silencio y no contestaba. De nuevo el Sumo Sacerdote le preguntó: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios Bendito?». (Evangelio según San Marcos 14, 61)

  • Después de oírse estas palabras, Jesús estaba allí solo. Los discípulos guardaron silencio por aquellos días, y no contaron nada a nadie de lo que habían visto. (Evangelio según San Lucas 9, 36)

  • Les hizo señas con la mano pidiendo silencio, y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. En seguida les dijo: «Comuniquen esto a Santiago y a los hermanos.» Luego salió y se fue a otro lugar. (Hecho de los Apóstoles 12, 17)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina