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  • y tú, que has sido azotado por orden del Cielo, haz saber a todos la grandeza del poder de Dios.» Dicho esto, desaparecieron. (2 Macabeos 3, 34)

  • Heliodoro le respondió: «Si tienes algún enemigo a quien quieras eliminar, envíalo allá y lo verás regresar maltrecho, si es que puede regresar, pues seguramente hay un poder divino en ese lugar. (2 Macabeos 3, 38)

  • Con el consentimiento del rey y con el poder en su mano pronto fue arrastrando a sus compatriotas a las costumbres de los griegos. (2 Macabeos 4, 10)

  • Menelao tenía el poder, pero nada pagaba del dinero prometido al rey, (2 Macabeos 4, 27)

  • Menelao quedó en el poder, gracias a la corrupción de los gobernantes, cada vez más criminal, convertido en tirano de su pueblo. (2 Macabeos 4, 50)

  • Pero no pudo mantenerse en el poder y, sin haber logrado otra cosa que su propia vergüenza, tuvo que huir de nuevo a la tierra de Ammán. (2 Macabeos 5, 7)

  • Espera un poco y verás su gran poder, cuando te atormente a ti y tus descendientes.» (2 Macabeos 7, 17)

  • Poco antes pensaba dominar con su orgullosa superioridad desde las montañas hasta el mar. Ahora tenía que ser llevado en una camilla, dando a todos testimonio evidente del poder de Dios. (2 Macabeos 9, 8)

  • Y, en fin, prometía que se haría judío y recorrería todos los lugares proclamando el poder de Dios. (2 Macabeos 9, 17)

  • para que sus súbditos no se preocuparan si sucedía algún hecho imprevisto, o se anunciaba alguna desgracia, y supieran todos en manos de quién quedaba el poder. (2 Macabeos 9, 24)

  • Pero los Amigos del rey Eupátor tomaban pretexto de esto para acusarlo ante el rey. Lo llamaban continuamente traidor, recordando que había abandonado la isla de Chipre, que Filometor le había confiado, para pasarse al partido de Antíoco Epífanes. Al no poder desempeñar con decoro tan alto cargo, desesperado, se envenenó y así acabó con su vida. (2 Macabeos 10, 13)

  • Dieron el asalto y las plazas fuertes cayeron en su poder. Rechazaron a los que peleaban en la muralla, degollando a cuantos caían en sus manos, y mataron más de veinte mil hombres. (2 Macabeos 10, 17)


“A maior caridade é aquela que arranca as pessoas vencidas pelo demônio, a fim de ganhá-las para Cristo. E isso eu faço assiduamente, noite e dia.” São Padre Pio de Pietrelcina