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para que el crimen cometido contra los setenta hijos de Yerubaal y su sangre cayese sobre Abimelec, su hermano, que los había matado, y sobre los nobles de Siquén, que le dieron el poder para matar a sus hermanos. (Jueces 9, 24)
Así hizo caer Dios sobre la cabeza de Abimelec todo el mal que él había hecho a su padre, matando a sus setenta hermanos. (Jueces 9, 56)
Tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que montaban setenta asnos. Fue juez de Israel durante ocho años. (Jueces 12, 14)
Entre ellos había setecientos hombres elegidos, zurdos, capaces de tirar una piedra contra un pelo sin errar el blanco. (Jueces 20, 16)
Los hijos de Jeconías no se alegraron con las gentes de Bet Semes cuando vieron el arca del Señor, y el Señor hirió a setenta hombres de entre ellos. El pueblo hizo gran duelo porque el Señor los había castigado tan duramente. (I Samuel 6, 19)
David le hizo prisioneros a mil setecientos soldados de caballería y veinte mil de infantería. Desjarretó a todos los caballos de tiro, dejando sólo los necesarios para cien carros. (II Samuel 8, 4)
Pero los sirios huyeron ante Israel, y David les mató setecientos caballos de tiro y cuarenta mil hombres; hirió también a Sobac, jefe del ejército, que murió allí mismo. (II Samuel 10, 18)
Y David eligió la peste. Era el tiempo de la siega del trigo. Y el Señor envió la peste desde la mañana hasta el tiempo establecido; y murieron, desde Dan hasta Berseba, setenta mil hombres del pueblo. (II Samuel 24, 15)
Salomón tenía setenta mil acarreadores y ochenta mil canteros en la montaña, (I Reyes 5, 29)
Las cuatro ruedas estaban debajo de los paneles, y los ejes de las ruedas, unidos a las basas. La altura de cada rueda era de unos setenta y cinco centímetros. (I Reyes 7, 32)
y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas que pervirtieron su corazón. (I Reyes 11, 3)
Demolieron las ciudades y llenaron de piedras los campos fértiles; cegaron todos los manantiales de agua y talaron todos los árboles frutales, hasta que no quedó más que Quir Jareset. Los honderos la cercaron y la atacaron. (II Reyes 3, 25)