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  • Sino que la tierra a la que vais a pasar para tomarla en posesión es una tierra de montes y valles, que bebe el agua de la lluvia del cielo. (Deuteronomio 11, 11)

  • para que vuestros días y los días de vuestros hijos en la tierra que Yahveh juró dar a vuestros padres sean tan numerosos como los días del cielo sobre la tierra. (Deuteronomio 11, 21)

  • Yahveh dará como lluvia a tu tierra polvo y arena, que caerán del cielo sobre ti hasta tu destrucción. (Deuteronomio 28, 24)

  • Tu cadáver será pasto de todas las aves del cielo y de todas las bestias de la tierra sin que nadie las espante. (Deuteronomio 28, 26)

  • Hará caer de nuevo sobre ti aquellas epidemias de Egipto a las que tanto miedo tenías, y se pegarán a ti. (Deuteronomio 28, 60)

  • No quedaréis más que unos pocos hombres, vosotros que erais tan numerosos como las estrellas del cielo, por haber desoído la voz de Yahveh tu Dios. (Deuteronomio 28, 62)

  • Yahveh tu Dios cambiará tu suerte, tendrá piedad de ti, y te reunirá de nuevo de en medio de todos los pueblos a donde Yahveh tu Dios te haya dispersado. (Deuteronomio 30, 3)

  • Yahveh tu Dios te hará prosperar en todas tus obras, en el fruto de tus entrañas, el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo. Porque de nuevo se complacerá Yahveh en tu felicidad, como se complacía en la felicidad de tus padres, (Deuteronomio 30, 9)

  • No están en el cielo, para que hayas de decir: «¿Quién subirá por nosotros al cielo a buscarlos para que los oigamos y los pongamos en práctica?» (Deuteronomio 30, 12)

  • Pongo hoy por testigos contra vosotros al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, (Deuteronomio 30, 19)

  • «Congregad junto a mí a todos los ancianos de vuestras tribus y a vuestros escribas, que voy a pronunciar a sus oídos estas palabras, poniendo por testigos contra ellos al cielo y a la tierra. (Deuteronomio 31, 28)

  • Sí, yo alzo al cielo mi mano, y digo: Tan cierto como que vivo eternamente, (Deuteronomio 32, 40)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina