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(Los gabaonitas no pertenecían al pueblo de Israel, sino que eran descendientes de los amorreos. Habían hecho alianza con los israelitas y a pesar de ello, Saúl, en cierta ocasión, quiso exterminarlos, pensando hacer algo bueno para Israel y Judá.) (2 Samuel 21, 2)
Guebar, hijo de Urí, en la tierra de Galaad, el país de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán. Un gobernador estaba a cargo de la provincia de Judá. (1 Reyes 4, 19)
A toda la gente que había quedado de los amorreos, de los heteos, de los fereceos, de los jeveos, de los jebuseos, que no eran israelitas, (1 Reyes 9, 20)
Su proceder fue muy abominable, ya que seguía a los repugnantes ídolos, igual que los amorreos, a quienes Yavé quitó el país para dárselo a Israel. (1 Reyes 21, 26)
«Manasés, rey de Judá, ha multiplicado las acciones pésimas y ha actuado peor que los mismos amorreos; ha sido causa de que también la gente de Judá pecara con sus repugnantes imágenes. (2 Reyes 21, 11)
Todo el pueblo que había quedado de los heteos, amorreos, fereceos, jeveos y jebuseos, que no eran parte de Israel, (2 Crónicas 8, 7)
Después de terminar todo esto, se me acercaron los jefes diciendo: «El pueblo de Israel, los sacerdotes y levitas no se han separado de las gentes de este país que sirven a los ídolos: los cananeos, heteos, fereceos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos. (Esdras 9, 1)
luego habitaron el país de los amorreos y acabaron por la fuerza con todos los jebonitas. Pasaron el Jordán, ocuparon toda la montaña (Judit 5, 15)
a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán. (Salmos 135, 11)
a Sijón, rey de los Amorreos, porque su amor perdura para siempre. (Salmos 136, 19)
En ese día tus ciudades fortificadas serán abandonadas como lo fueron las de los amorreos y de los jeveos ante el ataque de los hijos de Israel: quedarán despobladas.10 Porque olvidaste a Dios que te salva, y no te acordaste de la Roca que te protege. Pues bien, si plantas plantas tempraneras y cultivas patillas traídas del extranjero, (Isaías 17, 9)
Yo, sin embargo, en atención a ustedes, destruí a los amorreos, tan altos como cedros y tan forzudos como encinas, cortándoles sus ramas y arrancándoles sus raíces. (Amós 2, 9)