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El pueblo creyó; y cuando oyeron que el Señor había visitado a los israelitas y había visto su opresión, se postraron en señal de adoración (Exodo 4, 31)
les responderán: ‘Este es el sacrificio de la Pascua del Señor, que pasó de largo en Egipto por las casas de los israelitas, cuando castigó a los egipcios y salvó a nuestras familias’". El pueblo se postró en señal de adoración. (Exodo 12, 27)
y la gente, seducida por el encanto de la obra, convirtió en objeto de adoración al que poco antes honraba como a un hombre. (Sabiduría 14, 20)
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. (Mateo 16, 18)
Un gran temor se apoderó entonces de toda la Iglesia y de todos los que oyeron contar estas cosas. (Hechos 5, 11)
Saulo aprobó la muerte de Esteban. Ese mismo día, se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, excepto los Apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. (Hechos 8, 1)
Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel. (Hechos 8, 3)
La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. (Hechos 9, 31)
Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía. (Hechos 11, 22)
y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de «cristianos». (Hechos 11, 26)
Por aquel entonces, el rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. (Hechos 12, 1)
Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él. (Hechos 12, 5)