Encontrados 610 resultados para: muerte de Sara

  • pero con toda seguridad la sangre de Cristo, que se ofreció a Dios por el Espíritu eterno como víctima sin mancha, purificará nuestra conciencia de las obras de muerte, para que sirvamos al Dios vivo. (Carta a los Hebreos 9, 14)

  • Por eso Cristo es el mediador de un nuevo testamento o alianza. Por su muerte fueron redimidas las faltas cometidas bajo el régimen de la primera alianza, y desde entonces la promesa se cumple en los que Dios llame para la herencia eterna. (Carta a los Hebreos 9, 15)

  • Cuando hay un testamento, se debe esperar a la muerte del testador. (Carta a los Hebreos 9, 16)

  • El testamento no tiene fuerza mientras vive el testador, y la muerte es necesaria para darle validez. (Carta a los Hebreos 9, 17)

  • No hay misericordia para el que desprecia la Ley de Moisés: es condenado a muerte por el testimonio de dos o tres personas. (Carta a los Hebreos 10, 28)

  • Por la fe pudo tener un hijo a pesar de su avanzada edad y de que Sara era también estéril, pues tuvo confianza en el que se lo prometía. (Carta a los Hebreos 11, 11)

  • Por la fe celebró la Pascua y rociaron con sangre las puertas para que el exterminador no diera muerte a sus hijos primogénitos. (Carta a los Hebreos 11, 28)

  • Por su fe la prostituta Rahab dio buena acogida a los espías y escapó a la muerte de los incrédulos. (Carta a los Hebreos 11, 31)

  • la codicia concibe y da a luz el pecado; el pecado crece y, al final, engendra la muerte. (Carta de Santiago 1, 15)

  • sepan que el que aparta a un pecador de su mal camino, salva un alma de la muerte y hace olvidar muchos pecados. (Carta de Santiago 5, 20)

  • Así obedecía Sara a Abrahán, al que llamaba su señor. Ustedes serán hijas de Sara si obran el bien sin tener miedo a nada. (1º Carta de Pedro 3, 6)

  • Pues Cristo quiso morir por el pecado y para llevarnos a Dios, siendo esta la muerte del justo por los injustos. Murió por ser carne, y luego resucitó por el Espíritu. (1º Carta de Pedro 3, 18)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina