Encontrados 160 resultados para: Benjamin

  • Los sobrevivientes volvieron la espalda y huyeron hacia el desierto, hacia la peña de Rimmón. Pero hubo como cinco mil que fueron ejecutados en los caminos. Luego persiguieron a Benjamín hasta Guideón y mataron dos mil hombres. (Jueces 20, 45)

  • En total aquel día murieron veinticinco mil hombres de Benjamín que manejaban la espada, todos ellos valientes. (Jueces 20, 46)

  • Allí se quedaron cuatro meses. Las tropas de Israel se volvieron contra los pueblos de Benjamín y los pasaron a cuchillo, tanto las poblaciones como el ganado y todo lo que había. Incendiaron también todas las ciudades que encontraron. (Jueces 20, 48)

  • Los hombres de Israel habían jurado en Mizpá: «Ninguno de nosotros dará su hija en matrimonio a alguno de Benjamín.» (Jueces 21, 1)

  • Los hijos de Israel se compadecieron de su hermano Benjamín y decían: «Hoy ha sido quitada una tribu de Israel; (Jueces 21, 6)

  • Y volvió la gente de Benjamín. Les dieron las mujeres de Jabés de Galaad que habían quedado con vida, pero no hubo suficientes para todos. (Jueces 21, 14)

  • El pueblo se compadeció de Benjamín, pues Yavé había dejado un vacío entre las tribus de Israel. (Jueces 21, 15)

  • Decían los ancianos de la comunidad: «¿Qué podemos hacer para proporcionar mujeres a los que quedan, ya que las de Benjamín fueron exterminadas?» (Jueces 21, 16)

  • Y añadían: «¿Cómo asegurar la supervivencia de Benjamín, para que no desaparezca una tribu de Israel? (Jueces 21, 17)

  • Nosotros no podemos darles nuestras hijas, ya que hemos pronunciado este juramento: Maldito sea el que dé mujer a Benjamín.» (Jueces 21, 18)

  • Estén alerta y cuando las muchachas de Silo vayan a danzar en coros, salgan de las viñas y que cada uno se rapte a una mujer y váyase a la tierra de Benjamín. (Jueces 21, 21)

  • Un hombre de la tribu de Benjamín se escapó del frente de batalla y llegó el mismo día a Silo con la ropa hecha tiras y la cabeza cubierta de polvo. (1 Samuel 4, 12)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina