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  • los mensajeros recibieron las instrucciones siguientes: «Digan a mi señor, a Esaú, de parte de su servidor Jacob: He vivido con Labán y con él he permanecido hasta hoy. (Génesis 32, 5)

  • ¿O quieres que los egipcios digan: "Yavé los ha sacado con mala intención, para matarlos en los cerros y suprimirlos de la tierra"? Aplaca tu ira y renuncia a castigar a tu pueblo. (Exodo 32, 12)

  • «Estén bien atentos a todas estas palabras que contienen mi declaración contra ustedes, y digan a sus hijos que cuiden de ponerlas todas en práctica. (Deuteronomio 32, 46)

  • Que si no quieren servir a Yavé, digan hoy mismo a quiénes servirán, si a los dioses que sus padres sirvieron en Mesopotamia, o a los dioses de los amorreos que ocupaban el país en que ahora viven ustedes. Por mi parte, yo y los míos serviremos a Yavé.» (Josué 24, 15)

  • «Digan esto, por favor, a todos los señores de Siquem: ¿Qué es mejor para ustedes, que los gobiernen setenta hombres, todos los hijos de Jerubaal, o que los mande un solo hombre? Recuerden, además, que yo soy de la misma sangre que ustedes.» (Jueces 9, 2)

  • El llamó en seguida al muchacho que llevaba sus armas y le dijo: «Desenvaina tu espada y mátame, para que no digan de mí: Lo ha matado una mujer.» Su escudero lo atravesó y murió. (Jueces 9, 54)

  • No digan tantas palabras altaneras, ni salga de su boca la arrogancia, porque Yavé es un Dios que lo sabe todo, él juzga las acciones de todos. (1 Samuel 2, 3)

  • Ahora, mientras ustedes me tienen aquí, digan en presencia de Yavé y de su rey: ¿A quién le he llevado su buey o su burro? ¿A quién he engañado o maltratado? ¿Quién me ha sobornado con dinero? Que lo digan y lo devolveré.» (1 Samuel 12, 3)

  • El rey les dijo: «Haré lo que ustedes digan»; y se quedó junto a la puerta, mientras el ejército salía por grupos de cien y de mil. (2 Samuel 18, 4)

  • Al saberlo el rey, mandó decir a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: «Digan a los dirigentes de Judá: ¿Por qué van a ser los últimos en hacer que el rey vuelva a su casa? (2 Samuel 19, 12)

  • Digan también a Amasá: ¿No eres tú de mis huesos y de mi carne? Que Dios me castigue si no te hago para siempre jefe de mi ejército, en lugar de Joab.» (2 Samuel 19, 14)

  • Entonces, una mujer astuta gritó desde la ciudad: «Escuchen, escuchen. Digan a Joab que deseo hablar con él.» (2 Samuel 20, 16)


“O bem dura eternamente.” São Padre Pio de Pietrelcina